GRACIAS

13 07 2007

 “Gracias por todo. Me distes lo que nadie (me) dio en la vida”
A.D.N. 02-07-06

dos veces gracias

He visto esta pequeña misiva pegada a un poste de alumbrado público. Un breve recuerdo dejado por alguien con muchas ganas de mostrar su aprecio por otra persona, un hombre o una mujer oculto en el anonimato, apenas reconocible sólo para el destinatario también anónimo.
A.D.N. son sus siglas, el dueño de ese “Gracias por todo” que no teme ventilar su ortografía defectuosa o su aparente olvido del año que transcurre. Debe haber sido muy discreto al pegar este mensaje en lugar tan público y a la vez -quizás- tan cerca del domicilio del objeto de su afecto o del camino que él o ella acostumbra tomar para ir al trabajo o volver a casa.
Pero este en realidad es un mensaje de despedida, un adiós más que un saludo, las últimas palabras antes de dar por cerrado el tema. Me imagino a la persona aludida por A.D.N., caminando por esta avenida de Pueblo Libre, y de pronto fijar su mirada en esa hoja de papel pegada a un poste oxidado, esas letras rojas hablándole a ella (porque algo me dice que es ella), reconociéndose en cada palabra, en esas letras mayúsculas, en esa fecha –errónea o verídica-. La veo acercándose más al texto, la veo levantando su mano e intentar arrancarlo de su soporte, luchando contra lo bien pegado que está y arrepintiéndose a continuación porque cómo podría sentirse mal por algo que ya dejó guardado en lo profundo de sí, la escucho diciéndose que tal vez a ella también le hubiera gustado querer olvidar de esa manera, dando las gracias por el tiempo pasado juntos. Por último la veo comenzando a caminar, alejándose de ese testimonio final de una relación, ese “mejor dejémoslo aquí porque no nos va a gustar lo que venga más adelante”.

Gracias

También me imagino a A.D.N. pasando de vez en cuando por aquí, apenándose al principio por ver su mensaje medio mutilado, pero luego conforme porque ambos (él y su nota) han logrado superar el frío, la garúa, las miradas de los transeúntes y ese viento húmedo que se lleva algo de nosotros al pasar, igual que poco a poco se llevará esas letras y esa hoja de papel. Ese mismo viento compañero nuestro que nos recuerda lo inútil que es soñar con la perpetuidad de las cosas.